Un cuento de piratas.
Por Magalí Elisabet Rossi.
Era una mañana de sol, iba en un barco que transportaba oro y especias. Viajábamos hacia los mares del sur, mares turbulentos y misteriosos.
Se decía que eran peligrosos porque estos tenían fuerte oleaje y hasta a veces había ladrones de barcos.
Pero todo iba bien, hasta ahora había sido un viaje tranquilo, no había viento, los albatros y las gaviotas surcaban el cielo azul y el mar estaba en calma.
Hacía un mes que navegábamos. En la tripulación éramos muchos, yo estaba entre los marineros que comandaban el timón.
Pero esta tranquilidad no iba a ser duradera. Cuando cayó la noche el mar se embraveció, como si quisiera que el barco se fuera de allí y no regresara nunca. Éste se movía como un cascarón de nuez en medio de las fuertes olas salvajes.
Casi no se podía maniobrar el timón y para colmo de males, vimos acercarse a un gran barco cargado de hombres con espadas y diferentes armas; yo estaba desesperado ¿qué hacer? , ya nos lo habían advertido y no quisimos escuchar, pero había que enfrentarlos y defender nuestra carga.
A media noche cuando la luna llena parecía vigilarnos, estos hombres, llamados piratas abordaron nuestro navío y se dispusieron a arrasar con todo.
Tiempo después había desolación, la noche era oscura, había mástiles rotos, cadáveres por todas partes, nuestra carga se había ido con los piratas y yo estaba solo. Todos se habían quedado en el mar para siempre por culpa de la fatalidad y la maldad despiadada de esos hombres.
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