reproductor, player

miércoles, 12 de julio de 2017

Que aprendes de tí mismo cuando eres ciego por una hora?

Qué aprendes de ti mismo cuando eres ciego por una hora.

El periodista alemán Andreas Heinecke te lleva a una reveladora experiencia en un viaje en total oscuridad.

Recibes una invitación para hacer una experiencia que te describen más o menos así: "Vamos a caminar en la oscuridad por una hora, y nos va a guiar una persona ciega". Te parece interesante y aceptas.

Pero como no eres del tipo de persona que va a un sitio a ciegas, te pones a investigar.

"Diálogo en la oscuridad" ("Dialogo nel buio" en italiano) es una experiencia sensorial creada por el periodista y doctor en filosofía alemán Andreas Heinecke en 1988, cuando en su trabajo en una estación de radio le pidieron que desarrollara un programa de rehabilitación para un compañero ciego.

Una vez inmerso en el mundo de la ceguera, y eliminados los propios prejuicios, Heinecke pensó que el mejor modo de acortar distancias era sacar a los videntes de su zona de confort y llevarlos a un mundo sin imágenes.

Para ello creó un recorrido de una hora en la oscuridad total y reprodujo en cuatro ambientes distintos olores, texturas y sonidos de la vida cotidiana. A la experiencia, presentada por primera vez en Franckfurt (Alemania) en 1989, la llamó "Dialogue in the dark".

Perfecto, por el momento no quieres saber más. Solo te resta esperar el día. Todavía no sabes que muy pronto descubrirás que el único modo de verse a sí mismo con claridad es no ver absolutamente nada.

Nada que temer

En una sala en penumbras del Instituto de Ciegos de Milán, un anfitrión explica lo básico del recorrido que está por comenzar: la voz que sentirán adentro es la de Mauro, su guía no vidente. No encontrarán obstáculos en medio del camino, se guiarán con el bastón, pasarán por diferentes ambientes y finalizarán en un bar.

Lo oyes pero no lo escuchas, tu cerebro ya está en alerta y no puede perder tiempo en detalles. Tratas de registrar lo poco que aún ves, los rostros y dimensiones de tus cinco compañeros de recorrida, las telas negras que cubren las paredes, los bastones verdes que pronto serán repartidos.

Quieres acumular información. Pero no te servirá de nada.

El alerta cerebral se traslada al resto del cuerpo: el ritmo cardíaco se acelera, las piernas se aflojan levemente, las manos te sudan. Te sientes como en los instantes previos a tirarte de una montaña rusa.

No hay nada que temer, no hay nada que temer. Pero temes. "Nuestro objetivo no es que se pongan en los zapatos de una persona ciega, la idea es que experimenten la vida con los otros cuatro sentidos", nos dice el anfitrión.

Crees que será difícil no pensar en las dificultades cotidianas de una persona ciega.

Error: una vez en la oscuridad solo piensas en ti mismo.

"El miedo a la oscuridad está dentro de todos nosotros. Reflexiono sobre esto cuando veo a mis hijos, que necesitan que esté todo oscuro para poder dormir. Se trata de una oscuridad deseada y controlada. Pero cuando hay una oscuridad que no puedes medir ni controlar, viene el miedo", explica Rodolfo Masto, que tiene baja visión y es el presidente del Instituto de Ciegos de Milán.

"Es una experiencia muy fuerte para las personas videntes porque el 85% de la información la reciben a través de la vista", agrega Franco Lisi, no vidente desde que tenía 3 años y director científico del mismo instituto.

¿Qué aprendes de ti mismo cuando eres ciego por una hora? La reveladora experiencia de un viaje en t

Entramos.

"Ciao a tutti", escuchas decir a Mauro. Su voz suena áspera y desgastada, posiblemente nuestro guía ya no es joven. Su voz viene de arriba, seguramente es un hombre alto.

Mientras se presenta, intentas deducir dónde está ubicado. Lo tienes cerca, no hay dudas, pero ¿qué tan cerca? ¿Y los compañeros? Es como si se hubiesen esfumado. Estiras tu brazo derecho para tratar de entender cómo es el sitio en el que estás. Pero es inútil, solo tocas el vacío.

Ya perdiste la noción del espacio, tu única certeza es el piso. Y la voz de Mauro.

"Vengan", dice el guía desde un punto distinto al que estaba un segundo atrás. ¿Adónde? ¿Cómo? Te aferras al bastón e intentas avanzar; pero caminas lento, con pasos cortitos, como un anciano.

¡Hablá Mauro, habla que sin tu voz no voy a ningún lado!

Entonces recuerdas las palabras del anfitrión sobre los "otros cuatro sentidos" y paras las orejas. Comprendes que en la oscuridad tus oídos serán tus ojos.

"En la oscuridad hay nuevas dimensiones. Los videntes estamos habituados a recorrer con los ojos el perímetro en el que estamos, no solo el perímetro ambiental sino también el humano. En la oscuridad estas dimensiones se transforman, pierdes el sentido del tiempo y el espacio", aclara Masto.

Ya no puedes prejuzgar
Pasamos al primer ambiente. Tocas una pared y te sientes a salvo. Piso, pared y bastón: ¡tierra firme! Tienes unos segundos para recuperar la calma y escuchar el relato de Mauro, que habla sobre las peripecias de ser ciego.

Solo tienes una voz, su cadencia y un puñado de palabras. Te rompes la cabeza tratando adivinar su rostro (por alguna extraña razón lo imaginas con barba y gafas), sus gestos, los movimientos de su boca, su personalidad.

Quieres a toda costa deducir cómo es, no soportas la idea de no saber con quién estás hablando. Pero no tienes las herramientas, sin tus ojos no eres capaz de intuir ni un aspecto del carácter del otro. Ya no puedes prejuzgar.

Entonces te vuelves un poco más animal y pruebas con el olfato, buscas con la nariz la información faltante. Pero no encuentras nada, tu olfato está aburguesado. Mauro sigue siendo un misterio.

Ya lo había explicado Lisi: "'Diálogo' quiere utilizar esta metáfora de la oscuridad -que no se encuentra en la sociedad o en la vida cotidiana- para incidir en la discusión de grandes temas como la confianza, la solidaridad, el respeto; y todo ese sistema de prejuicios que alejan a las personas. Hoy todos vivimos un poco más desconfiados de nuestro prójimo".

El sentido del tacto te pasa factura
Llevas media hora en la oscuridad y tus ojos siguen buscando un rayo de luz, un punto blanco, una referencia que te devuelva al espacio. ¡Ya basta, olvídate de ver, siente! Y al minuto estás otra vez mirando hacia abajo, esperando que una lucecita se cuele por debajo de alguna puerta.

"Toquen, traten de adivinar qué es", dice Mauro en el segundo ambiente.

Son formas en relieve sobre la pared, es un libro en braille, son plantas, semillas. Recorres las formas con la punta de los dedos, te concentras al máximo, hurgas entre las millones de imágenes que tienes en tu cerebro. Pero adivinas solo una, la más obvia.

El sentido del tacto te pasa factura: "Claro, si solo te acuerdas de mí solo cuando te quemas".

Entramos en la ciudad. La voz del guía se confunde con el sonido de motores de autos y de motos, helicópteros, bocinas. Perdiste tu faro, todo parece todavía más negro. ¿Por dónde seguimos, Mauro? Pregunta tonta. Adelante, atrás, izquierda o derecha, qué más da, cualquier movimiento parece ser hacia el vacío.

Por primera vez durante el recorrido piensas en cómo será ser ciego en la ciudad: aterrador.

"De las personas videntes aprendí que lo distinto es el sistema de razonamiento, que mis puntos de referencia no son los mismos y que, por lo tanto, cuando nos relacionamos con personas videntes debemos entrar de alguna forma en ese sistema diverso. Lo mismo vale al contrario", me dice una de las guías, Arianna, 29 años, que trabaja aquí desde 2011 y que no ve desde los 7 años.

Última estación
Saliendo de la ciudad te abraza el olor a café. Ok, fácil, llegaste al bar, la última parada del viaje. Una voz femenina te da la bienvenida. Es dulce y segura, como la voz de una abuela. Te vienen ganas de abrazarla y de pedirle que te cuide.

¿Qué van a tomar?, pregunta la señora. Notas que sirve las cinco bebidas sin derramar una gota. Has mejorado, ya escuchas los detalles. Luego buscas su mano para pagar y no te sientes incómodo, en este contexto tocar es estrictamente necesario.

De la barra pasas a una mesa. Una vez sentados, nuestras voces denotan que volvimos a la calma. Tal vez porque luego de una hora recuperamos la confianza, tal vez porque cuando estás sentado la oscuridad ya no te respira en la nuca.

"Es hora de despedirnos", dice Mauro luego de una breve charla. "Síganme que los llevo a la salida". Caminas pocos metros y ¡al fin!, un poco de luz, una cortina negra, la espalda del compañero de adelante. Quieres correr y sacar de una vez tu cuerpo de la oscuridad. Pero avanzas como en cámara lenta.

Pasas una cortina y frente a ti, una pequeña sala en penumbras, un espacio definido que empieza y que termina, que ves. Y ahí te encuentras con un elegante Mauro, nuestro guía, que no tiene lentes ni barba, que no es para nada anciano (tiene 47 años) y que es menos alto de lo que pensaste. Lo observas al detalle, pero a pesar de la hora compartida, no lo reconoces.

El reencuentro con la luz es como renacer. Y aunque no tenga lógica, parecería incluso que respiras mejor. Te sientes a salvo.

Dice Franco Lisi que "en la oscuridad emergen cosas que en otro sitio permanecen ocultas", y tiene razón.

En la oscuridad descubres una dimensión de ti mismo que nunca viste.

Salen a la luz tus prejuicios y tus limitaciones, tus miedos, tu torpeza. Se te hace evidente lo poco que cultivas tus restantes cuatro sentidos y te rompe los ojos el hecho de que, a pesar de las mejoras en políticas de accesibilidad, la vida cotidiana de un ciego es una interminable carrera con obstáculos.

Te retiras confuso pero con una certeza: la oscuridad te abre los ojos.

lunes, 3 de julio de 2017

No tengas miedo, solo abrázame! Carta de un hijo con discapacidad visual a sus padres.

¡No tengas Miedo, solo abrázame ¡No tengas Miedo, solo abrázame!  (Carta de un hijo (a) con Discapacidad Visual a sus padres convencionales).  ¡Hola mamá/papá!, soy tu nuevo hijo(a). No puedo ver como otros lo hacen, pero te pido que me aceptes tal cual soy sin pensar en cómo te hubiera gustado que fuera y ¡No tengas miedo, solo abrázame!  Cuando yo venga a tu mente, no pienses solo en mi Discapacidad y en lo que no podré hacer, sino también en todas las capacidades y habilidades que puedo llegar a desarrollar a lo largo de mi vida, y por favor ¡No tengas miedo, solo abrázame!  A medida que vaya creciendo, desearé conocer mi entorno mediante mis demás sentidos y para eso necesitaré tu apoyo; muéstrame olores, sabores, texturas y sonidos al tiempo que me das una breve explicación sobre ellos. Y si a caso te das cuenta de que veo un poco, fíjate cuál es la manera en que lo hago mejor para que de esta forma puedas invitarme a mirar al mundo de acuerdo a mi capacidad de visión y ¡no tengas miedo, solo abrázame!.  Por favor, háblame mucho… sí, sé lo más descriptivo(a) que puedas, pues de esta forma podré tener una idea más clara de lo que ocurre a mi alrededor. Ah, y por favor, ¡no te impacientes! porque llegará una edad en la cual como todo niño tal vez yo te bombardearé de preguntas, pero esos momentos pueden servir para fortalecer nuestra comunicación ya que si no sabes dar respuesta a todo lo que te pregunto podríamos investigarlo juntos. ¡Será divertido! ¿No crees? Y ¡No tengas miedo, solo abrásame!  Si tengo hermanos, por favor nunca hagas comparaciones entre nosotros poniéndome como un héroe o como quien no es capaz de valerse por si mismo, pues todas las personas somos distintas y tenemos cualidades, defectos, fortalezas y debilidades. De manera que si realizas este tipo de acciones, sin querer podrías estarnos lastimando a mí y a mis hermanos; asimismo, no hagas diferencias dándome mayor o menor atención que a ellos en todos los sentidos, porque tenemos los mismos derechos y también las mismas obligaciones como hijos. Y recuerda ¡No tengas miedo, solo abrázame! Disciplíname y enséñame a respetar reglas tal como lo harías con un niño sin discapacidad, pues aunque quizás en ese momento no me agrade lo que me digas, algún día te lo agradeceré; y sobre todo recuerda ¡No tengas miedo, solo abrázame!  Enséñame valores espirituales, a sentir amor y respeto por mí y por los demás, así como a ser una persona segura de mí, y ¡No tengas miedo, solo abrázame!  No decidas por mí ni trates de resolverme todo en la vida, pues aunque tu intención sea buena, eso puede hacerme mucho daño en mi adultez; más bien, enséñame a ser independiente, ya que de esta manera podré ayudarte, enfrentarme a la vida y además no te preocupará tanto lo que será de mi en el futuro porque dirás con satisfacción ¡él/ella puede! Porque yo le he enseñado y se que Dios estará a su lado. No te enojes cuando yo quiera realizar las cosas por mí mismo(a) o tomar mis propias decisiones, por el contrario, alégrate, aconséjame y ¡No tengas miedo, solo abrázame!  Cuando me enseñes a realizar una tarea, hazlo con mucho amor y paciencia, pues de este modo verás mejores resultados que si lo haces con angustia y levantando la voz, porque así únicamente se retrasará mi aprendizaje y me convertiré en una persona llena de inseguridades, razón por la cual una vez más te digo ¡No tengas miedo, solo abrázame!  Anímame a estudiar y apóyame en todo lo que puedas para que lo haga de la manera más igualitaria posible respecto de las personas convencionales y aliéntame a luchar para conseguir un trabajo que me permita ser autosuficiente económicamente, así como a seguirme preparando a lo largo de la vida. Ah, y recuerda ¡No tengas miedo, solo abrázame!  Enséñame a ser responsable y a asumir las consecuencias de mis actos como lo harías con un hijo sin Discapacidad, y si cometo errores en algún momento de mi vida, por favor no me juzgues tan duramente, pues recuerda que todos tenemos la posibilidad de tener éxito o de fallar. Antes bien, habla conmigo y oriéntame para que no lo vuelva a repetir, y ¡No tengas miedo, solo abrázame!  Dunca pienses que al llegar a mi edad adulta o a al máximo desarrollo de mis potencialidades de independencia voy a dejar de necesitarte, sino que lo haré de manera diferente, es decir, tal vez no precisaré de ti para realizar diversas tareas, pero sí de tu amor, tu consejo y tu compañía en las futuras etapas de mi vida; además, recuerda que todos necesitamos de todos vivamos o no con una Discapacidad, así que tranquilo (a), ¡No tengas miedo, solo abrásame!  Es probable que cuando sea mayor desee enamorarme, tener una pareja, casarme y formar una familia; si alguna vez aparecen en mí estos sentimientos e inquietudes, por favor no los reprimas, pues son completamente limpios y naturales en cualquier persona. Así que ¡No tengas miedo, solo abrázame!  No te enojes si notas que estoy enamorado(a) de alguien y esa persona al parecer siente lo mismo, antes bien, interésate en mis sentimientos para que yo te pueda tener confianza, pues de lo contrario sin quererlo se verá afectada nuestra comunicación, lo cual resultará muy triste; Yo se que quieres para mí a la mejor persona, pero ten presente que nadie es perfecto, por eso en vez de mirar sus defectos, mira si me trata con amor y si soy feliz a su lado, porque el hecho de tener una pareja no necesariamente implica decepción y sufrimiento. Por favor, comparte conmigo esta maravillosa etapa y ¡No tengas miedo, solo abrázame!  Ahora bien, no te preocupes si establezco una relación de pareja y no resulta como yo esperaba, o si me enamoro de alguien y no me corresponde, pues eso puede ocurrir hasta en personas sin Discapacidad; yo entiendo que no te gustaría que saliera lastimado (a), pero es parte de mi aprendizaje y no todo en la vida es color de rosa. Así que si esto sucede ¡No tengas miedo, solo abrásame!  En caso de que quisiera tener una vida en pareja con o sin hijos, o bien vivir solo(a), aconséjame igual que lo harías con un hijo convencional, y por favor no pienses primero en lo que por mi Discapacidad no puedo hacer, en lugar de eso, por favor ayúdame a pensar en estrategias que me puedan facilitar las cosas. Y una vez más recuerda ¡No tengas miedo, solo abrázame!  Por el contrario, si yo no deseara tener ni pareja ni hijos, no te afanes para que los tenga creyendo que ellos me cuidarán, pues al adquirir compromisos de este tipo se requiere de mucho amor y si lo hago únicamente por interés, seré infeliz y haré infelices a otros; mejor piensa que ya sea con o sin pareja e hijos tanto Dios como mis capacidades me ayudarán a salir adelante. Por eso te digo ¡No tengas miedo, solo abrázame!  Por otra parte, quiero que sepas que el hecho de ser muy independiente en todos los ámbitos no necesariamente supone un distanciamiento entre nosotros, pues también podemos compartir como familia esta etapa. Por eso ¡No tengas miedo, solo abrázame!  Tal vez mi futuro te preocupe más que si no tuviera una Discapacidad, pero toma en cuenta esto: en la vida todos hemos de pasar por buenos y malos momentos sin importar nuestra condición, por eso te pido que cuando te imagines que me espera un porvenir lleno de penurias y maltratos, cambia la historia en tu mente imaginando también al instante lo contrario, pues las cosas no tienen por qué ser tan malas siempre. Ten fe y todo saldrá bien. ¡No tengas miedo, solo abrázame!  Mamá/papá, yo se que todo esto que te pido tal vez no sea nada fácil para ti, pero si lo intentas tendrás muchas alegrías y vivirás con menos estrés porque yo seré lo más independiente posible, lo cual te llenará de orgullo; ah, pero si aún y con esto que te digo sientes no poder hacerlo, busca ayuda de diversas fuentes como Dios, instituciones especializadas en rehabilitación a Personas con Discapacidad Visual u otros profesionales, literatura sobre el tema, experiencias exitosas de padres que tienen hijos con esta Discapacidad, etc. Mientras tanto no me cansaré de decirte ¡No tengas miedo, solo abrázame!  Autora: Susana García Navarro. Ciudad Victoria, Tamaulipas, México.  Licenciada en ciencias de la educación con opción en ciencias sociales.  susymusical@live.com.mx  Regresar.@